miércoles, 14 de mayo de 2008

hana

despertarse, lavarse la cara y los dientes, vestirse y salir de casa para ir a trabajar

siempre la misma rutina

pero una mañana, se encontró una flor delante de su puerta

un girasol

miró a su alrededor y no vio a nadie, lo cogió y lo puso en un jarrón con agua

a la mañana siguiente, se despertó, se lavó la cara y los dientes, se vistió y salió de casa para ir a trabajar

y a sus pies,

un girasol

sin saber quién era el que hacía eso, optó por recoger la flor diaria y cuidarla

así durante días

semanas

meses

pero una mañana no encontró su girasol

en su lugar, había una carta, la abrió con nerviosismo y leyó lo escrito, rápidamente bajó las escaleras, cruzó la calle, y en la cafetería donde cada mañana compraba el desayuno antes de ir a trabajar, sintió la mirada del camarero que tan amablemente la atendía desde hacía años

cómo olvidar ésos ojos verdes

y ahí estaba, apoyado en el marco de la puerta

con un girasol en sus manos

3 comentarios:

Deva dijo...

Romántico, pero cobarde, una combinación de timidez con descaro.
Por cierto, que obsesión tan insana tienes con los ojos verdes!
¿De qué color son los tuyos?Ah, si, marrón chocolate.
Bueno, todo va lento, doloroso y despacio, no habrá final feliz, al menos, no en esta historia.
Ah! y no se japonés! Podrias hacer aclaraciones, al menos de los títulos ¿no? jajaja, siento haberte malinterpretado!

aki dijo...

marrón chocolate, como el 85% de la humanidad...qué asco, hasta en éso soy normal!

girasoles, girasoles...me encantaría que esto me pasara a mi

lo habré escrito pensando que yo era la afortunada?

quién sabe...es lo más seguro

Deva dijo...

Ya toca actualizar no? porfa!